Empecé a cocinar de chica, de muy chica, casi a la edad de mi hijo. Los primeros recuerdos son con un delantal chiquito que me hizo mamá, mi gran maestra. Un banquito para alcanzar la mesada, un palito de amasar para hacer galletitas (si!! haciendo cookies hace más de tres décadas).
La misma receta que años mas tarde, empecé a usar para mi hijo. Empecé a jugar con formas, colores, nuevas cosas en la cocina. Ensayo y Error.
Y mi hobbie fué creciendo para de a poco transformarse en un proyecto.
Lentamente, y sin especulaciones fuí dejando de lado otras actividades que había en mi vida para enfocarme en el arte de cocinar... porque aunque parezca un tema menor, para mí es hacer arte.
Llegó el momento en que mis producciones cruzaron el umbral de la puerta, primero a conocidos, luego a clientes. Mi casa se fué poblando de estantes, utensillos, moldes, mangas...
Y con el paso del tiempo, mi hobbie, mi proyecto, mi pasión siguió evolucionando. Entonces me ví yo ante la obligación, ante el deber moral de evolucionar para acompañar este crecimiento.
Me formé en otra disciplina que durante años ejercí, y ahora era el tiempo para capacitarme en lo que realmente tengo ganas de hacer, en lo que me conecta con quien realmente soy a través de los aromas que me transportan, a la música, a los colores... a la magia de mi cocina.
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